jueves, 11 de diciembre de 2008

7 PM

Por Nicolás Montenegro 

Acabo de colgar el teléfono a la que pudo haber sido la madre de mis hijos. Ahora en adelante sólo me tendré que conformar con la perra de turno y seguir transgrediendo valores que alguna vez tuve. Vías de escape: televisión, trabajo y alcohol. El opio de un pueblo desilusionado por el manoseado y comercializado eslogan de la felicidad plena. Autogestionarse una depresión, automedicarse con Prozac y auto-automatizarse. 
Soy negativo y es que me da por etapas, cuando creo que ya no queda nada más. Me tocó la dosis del mes y los efectos secundarios son muchos. Vómitos compulsivos, llanto desahuciado, gritos insonoros y por sobre todo introversión y distanciamiento. Música a la vena para calmar un poco las ansias de nada. Lo único bueno que saco de esto es que me di cuenta que pase a ser el 17.517.001-4 y que los últimos mensajes de cariño los he recibido de las tapas de yogurt, esas en la que te sale un mensaje interesadamente amoroso cada día.
Ya son las 7:15 PM y perdí 15 minutos pensando todo esto. Me quedan 11 horas y 45 minutos para volver a la pega. Siempre le dije a todo el mundo que el descansar hacia olvidar todo, pero creo que conmigo no va. 
El resto de las 7 PM de mi vida los gastare pensando en lo que pudo haber sido.