jueves, 2 de abril de 2009

Flashback


Por Nicolás Montenegro 




Así como quien corta el ombligo umbilical o una uña sucia, tuve que acostumbrarme a ver mi reflejo en tu espalda. El hábito se me hace ya un rito, pero creo que las pequeñas dosis de progesterona que me proporciona el oficio afectan directamente el devenir de una vida normal.

Y es así como otra más pasa. Prefiero sentir que toda la culpa la tuve yo y así no perder la fe en la humanidad. Y sí, siempre supe que la soltería y la paja serian la solución. Me ahorro gastos, el sentir, el no sentir y la nunca bien ponderada desilusión. Nunca me gustó eso de “nunca terminas de conocer a la gente”. ¿Por qué? Si somos simples trozos de grasa finita, también ha de serlo el sentir.

Perdí la capacidad de no tener límites, puse barreras a todo lo que puede existir. Mi cama, la pieza, las compras, mis libros y mi familia.

Pero siempre dejo la puerta entre abierta antes que te vayas, a ver si en tu desesperación, vuelves a caer bajo una vez más.