jueves, 29 de noviembre de 2007

Vagón

Por Nicolás Montenegro




Apretada, sudada y manoseada. Todo lo que una mujer tiene que pasar en el metro en horario “pick”. Pero eso no es lo importante, lo que me llamo la atención fue la persona que se sentó en la esquina del vagón. Entro casi corriendo, muy agitado, con la cabeza agacha. Lo único que atino a hacer fue dejarse caer en el suelo. Siempre conservo la mirada en un punto fijo. Tome el tiempo mentalmente y creo que fueron 4 minutos y medio. Conté segundo por segundo, después de todo no tenia mucho que hacer.
Me miraba de reojo, se sonreía para si mismo y fijaba nuevamente su vista en su ya habitual punto fijo.
Me pase mil rollos, ¿Por qué entro tan rápido?, ¿Por qué me mira tanto?, ¿Querrá mi número de teléfono? . Pensándolo bien, no se veía nada de mal, tiraba harta pinta.
De nuevo me miro, pero esta vez juntamos nuestras miradas, hasta que decidí hacerme la loca, mirar al que iba al lado mió casi acostado en mi hombro y finalmente centrarme en el cartelito que nos dice a todo : “comparta su metro cuadrado”. Ni que me lo digan a mí.
Después de todo el día no había sido tan malo, unos peñiscones y una coqueteada con un desconocido, faltaba que me ganara el Kino y listo.
¿Por qué seguía mirándome?, ¿Por qué todavía no se bajaba?, ¿Por qué estaba tan pegado en el punto fijo? . Se abren los micrófonos del vagón y se escucha un gangoso: “Rojas Magallanes”. Subía mas tortura, 30 personas más.
Cuando se subían, lo vi pasar por detrás de mí. Sentí su roce, lo mire y me sonrió.
Se bajó en la siguiente estación, Trinidad.
Cuando se bajo me miró por última vez y me hizo un gesto con la mano. En la otra llevaba algo que me era conocido, me basto 3 segundos para darme cuenta... ¡Mi Cartera!.
Yo como hueona, pensando en que le pudo haber pasado, en que situación difícil se encontraba el muy pelotudo y el hijo de puta lo único que hizo fue mirar su punto fijo y pensar como mierda quitarme la cartera.
Por lo menos me quedo con algo bueno, los agarrones.-


Jipi-cuiqui

Por Alondra Verónica


Yo lo conocí cuando llego al colegio. Íbamos en tercero, siempre lo encontré super guachon, no seguía modas, el era su propio guru. No era mi tipo, a veces me decía piropos, se veía tan seguro. Un tiempo después se puso a pololiar con una mina de segundo, me sorprendió porque eran super distintos, bueno el tiempo me dio la razón, a veces lo veía llorando, escribiéndole canciones, triste, trataba de hacer lo que podía pero las cosas de parejas son de a dos.

Me acuerdo para el aniversario de el colegio, compitió con 20 de el cole, conmigo entre otros, y gano, canto una canción que el mismo compuso, música y letra, era hermosa, para su polola, todos la coreábamos, mi alianza gano y todos lo felicitaban, en el curso nos sentíamos orgullosos de el.

Vivía en Chicureo, era re hippie, se vestía con ropa de lana y era vegano, alegre todo el tiempo (excepto cuando peliaba con la polola), el me molestaba, me decía que yo le gustaba, pero eran bromas, siempre conversábamos, de música, del colegio, de los problemas de la sociedad, del maltrato animal (yo también era vegetariana), pero nunca fuimos grandes amigos, a veces nos encontrábamos en el Parque de los Olivos, siempre estaba rodeado de gente, transmitía pura buena onda, cantaba sus temas y todos quedamos atónitos con su maravillosa voz.

Los meses fueron pasando y llego octubre, en ese momento no supe porque, pero un día la Rectora lo llamo y volvió a la sala llorando, le había cancelado la matricula para el año siguiente, me dio mucha pena, y creo que a todos, ¿quien nos iba a hacer reír?. Paso una semana y cada día se veía peor, un día lo vi atrás de el pabellón llorando desconsolado, le pregunte que le pasaba, me sorprendió demasiado verlo así "Termine con la Cata", me dijo y yo lo abrase, le dije que todo iba a estar bien, que habían mas peces en al agua, que con su personalidad y su físico podía conseguir la mina que el quisiera, pero había mas: problemas con sus viejos, malas notas, y muchas, muchas mas, "Todo va a estar bien" insistía yo, pero su pena lo sobrepasaba, me abrazaba fuerte, como si fuera la ultima persona en la tierra, como si no tuviera consuelo, sin su polola, sin matricula para el año siguiente, peleado con sus viejos. Esa fue la ultima vez que lo vi en el cole, me gustaba como olia y su forma de caminar.

Un día fuimos al cine con mi mama, y lo vimos en el Parque de los Olivos, yo me alegre, no había ido al colegio en dos semanas y los últimos días se le veía decaído, corrí a saludarlo, a preguntarle como estaba todo. Una vez escuche en una película que los artistas buscan adormeser sus sentimientos de alguna forma y nunca lo olvide. Llegue a donde estaba, el y la Betty, yo la conocía de el año pasado, nunca me había caído muy bien, era repitente y tenia mala reputación. La salude, a pesar de eso, con buenos modos y a el también, pero me quedo mirando, no me reconoció, achico sus ojos para poder distinguirme bien, y no me reconoció, abrió los ojos, verdes, almendrados, y rojos, y no me reconoció, le dije que lo quería mucho y que esperaba que todo se solucionara en su vida, creo que no me respondió, yo me aleje unos pasos, me di vuelta y el estaba bailando y riéndose, con un papelillo en los dedos.


Alondra Verónica

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Amigo

Por Nicolás Montenegro


Siempre vivió ahí. Creció con esa gente y compartió con ella. Por todos era sabido que algún día iba a ser el mejor cogotero de toda ahumada.
Nunca hablo mucho, solo cuando tenia que hacerlo y siempre con las palabras justas. Ni una de más ni una de menos.
De a poco fue adquiriendo sus habilidades, solo. Después de las 6 de la tarde siempre estaba afuera de “Los Pollitos Dicen” comiéndose su religioso tuto de pollo con papas.
Siempre solo. Desde que se levantaba y colgaba a la primera vieja, hasta cuando tomaba la 423 y se bajaba en la esquina de su casa.
Una tarde, trabajando como de costumbre, la mano que aprieta se hizo presente. Lo tomaron entre dos, de sus pequeños y morenos brazos. Por más que trato de escabullirse no lo logró. Todo intento de escape era frenado por un lumazo certero en la pierna.
Sin darse cuenta, de un momento a otro, se vio tirado en el suelo y con los dos pacos a un lado de él. Al otro lado había un quiltro que le movía la cola cariñosamente. Lo agarró por la cola y salio corriendo por un callejón. Los atracos no los haría nunca más solo.
Encontró en el perro, un compañero, alguien con quien pasar el frío y su defensor. Los pacos ya no la tenían tan fácil.
Mientras estuvieron juntos la plata nunca les falto y a su corta edad, ya tenia un nombre dentro de los lanzas santiaguinos. Pero lo bueno nunca dura tanto…
Los pacos no se iban a quedar tranquilos, no señores, siempre son los que te vienen a cagar la fiesta. A las 6 de la tarde, cuando ya se disponía a tomar la micro, se abalanzaron 3 verdes sobre él, sin resultado alguno. Pesco a su perro y apretó raja. No pasaba ni media cuadra cuando 3 mas aparecieron por la derecha. Alcanzó justo a cruzar la calle, antes que fuera alcanzado por una camioneta. Miró hacia atrás y vio que nadie mas lo seguía, los había perdido… ¿pero su perro? .
En medio de la calle, ensangrentado, y aún aullando lo vio. Se acerco, entre llantos y mocos. Se agacho y lloro largo rato junto a el, por mientras que la gente pasaba por el lado suyo, sin hacer absolutamente nada, sin sentir nada por él.
Ver como su perro murió fue con la última imagen que se quedo en su mente, antes de que alguien le pegara un bastonazo en la cabeza.
[Fuerza Karen, Una prueba nunca te la va a ganar...]

lunes, 26 de noviembre de 2007

Alterego

Por Alondra Verónica.

De la niña que no quería ser niña todos habían
robado un poquito, a sus al rededores se podía apreciar que todos traían consigo un pedacito de ella. La verdad es que a ella nunca le importo siempre las prioridades estuvieron en desacuerdo jerárquico con la normalidad, dejando a los demás por sobre su propio querer, dejando que cada persona que pasara por su camino, ya sea un ratito o un largo sendero le arrancara un poquito de ella para conversar su esencia, su alegría, o lo que sea que ellos quisieran, a la niña no le importo, nunca le importo, siempre lento pero seguro, por el mismo camino, a veces pavimentado, otras de filosas piedras, pero siempre a su ritmo, en el que aparecían otros peregrinos a quienes saludaba alegremente y con quienes compartía.

Mientras mas caminaba mas lejos veía el final, y cada vez se iba sintiendo mas exhausta y famélica, ella jamás se dio cuenta de lo que le pasaba, se estaba quedando vacía... Los demás caminantes la habían adelantado o algunos habían parado a descansar, pero permanecían con el trozo que le habían arrancado a la niña y ella a trozos, cada vez con mas esfuerzo daba un paso cada mas tiempo tras el siguiente.

La niña no era mala, pero tampoco quería ser buena, ni admitía serlo, a ella le gustaban tanto las flores como los hongos, sentía compasión de cada ser que encontrara, siempre esperando lo mejor para ellos. Lo que no sabia es que a veces, cuando uno intenta ayudar, lo que menos hace es aquello, perjudicando al otro a si mismo y eso fue exactamente lo que le paso a la niña.

Ella no tenia bicicleta, no tenia sándwich ni trencitas, porque a ella nada de eso le importaba, ella disfrutaba mirar el paisaje, llenarse con los sabores y colores del alrededor, pero un día no pudo mas se encontró en el piso, cansada, y llorando. Ella no conocía el sabor de las lagrimas, en ese momento descubrió lo salado que puede llegar a ser, que ninguna fruta de las que ella había probado tenían ese sabor, pero en su solitaria agonía comenzó a recordar la sinestesia de su andar, que no todas la veces todo había sido de un verde profundo o de un dulce llenador, que probablemente si había sentido frió y el sabor a agrio y empezó a preguntarse porque todas las veces que había mirado nunca había visto los matices. A la niña no le gustaban los colores oscuros ni los ruidos y en su ceguera auto inducida siempre los había esquivado y se pregunto porque nadie le dijo lo oscura que era su sombra, y que fuera donde fuera no se podrían separar.

En silencio ambas hicieron un pacto darse media vuelta y buscar a cada uno de los que le habían robado su espíritu y su cuerpo y pedírselos de vuelta, pero cada vez que se encontraba con alguno le respondían que eso era imposible, la niña encogía los hombros, pero la sombra inexorable en su desición insistía y así lograron entre ambas sacar a tirones lo que eran de otros, y poder seguir, contra viento y marea su camino. La niña se dio cuenta que para que exista oscuridad debe existir el sol, y para que el sol brille debe existir alguien con quien contrastar, y le gusto la idea. La niña ya nunca más lo fue.