Apretada, sudada y manoseada. Todo lo que una mujer tiene que pasar en el metro en horario “pick”. Pero eso no es lo importante, lo que me llamo la atención fue la persona que se sentó en la esquina del vagón. Entro casi corriendo, muy agitado, con la cabeza agacha. Lo único que atino a hacer fue dejarse caer en el suelo. Siempre conservo la mirada en un punto fijo. Tome el tiempo mentalmente y creo que fueron 4 minutos y medio. Conté segundo por segundo, después de todo no tenia mucho que hacer.
Me miraba de reojo, se sonreía para si mismo y fijaba nuevamente su vista en su ya habitual punto fijo.
Me pase mil rollos, ¿Por qué entro tan rápido?, ¿Por qué me mira tanto?, ¿Querrá mi número de teléfono? . Pensándolo bien, no se veía nada de mal, tiraba harta pinta.
De nuevo me miro, pero esta vez juntamos nuestras miradas, hasta que decidí hacerme la loca, mirar al que iba al lado mió casi acostado en mi hombro y finalmente centrarme en el cartelito que nos dice a todo : “comparta su metro cuadrado”. Ni que me lo digan a mí.
Después de todo el día no había sido tan malo, unos peñiscones y una coqueteada con un desconocido, faltaba que me ganara el Kino y listo.
¿Por qué seguía mirándome?, ¿Por qué todavía no se bajaba?, ¿Por qué estaba tan pegado en el punto fijo? . Se abren los micrófonos del vagón y se escucha un gangoso: “Rojas Magallanes”. Subía mas tortura, 30 personas más.
Cuando se subían, lo vi pasar por detrás de mí. Sentí su roce, lo mire y me sonrió.
Se bajó en la siguiente estación, Trinidad.
Cuando se bajo me miró por última vez y me hizo un gesto con la mano. En la otra llevaba algo que me era conocido, me basto 3 segundos para darme cuenta... ¡Mi Cartera!.
Yo como hueona, pensando en que le pudo haber pasado, en que situación difícil se encontraba el muy pelotudo y el hijo de puta lo único que hizo fue mirar su punto fijo y pensar como mierda quitarme la cartera.
Por lo menos me quedo con algo bueno, los agarrones.-